Como lo señala la Constitución Política de la República de Chile, en su artículo 101, las Fuerzas Armadas “existen para la defensa de la patria y son esenciales para la seguridad nacional”, declaración desde donde surge la misión del Ejército de Chile, la cual, en parte, apunta a “preservar la paz”, además de “garantizar la soberanía nacional, mantener la integridad territorial y proteger a la población, instituciones y recursos vitales del país, frente a cualquier amenaza o agresión externa”. Para dar vida a lo anterior, el Ejército se ciñe a cinco áreas de misión, que encuadran su actuar en múltiples actividades que se desarrollan a lo largo y ancho del país, incluso fuera de la plataforma continental, como es el caso de la Base Antártica del Ejército, con funcionamiento ininterrumpido desde el 18 de febrero de 1948; a lo anterior, se agregan también aquellas tareas que se cumplen en el extranjero.
De las áreas de misión antes señaladas, la de “Defensa” constituye la de mayor relevancia y que, por ende, ilumina los procesos de educación, instrucción y entrenamiento de la fuerza militar, lo que se traduce en un alto grado de alistamiento para dar una respuesta ante cualquier amenaza externa que pudiese afectar a nuestro país. Esta gran preparación del soldado chileno, no tan solo se ve reflejada anualmente en diversas instancias de entrenamientos nacionales, sino que también se extiende a múltiples instancias de entrenamientos con ejércitos extranjeros, como lo han sido las varias versiones del ejercicio “Estrella Austral” o el reciente “Southern Vanguard 21”, por citar algunos y sin considerar las instancias que desarrollan por su parte la Armada y la Fuerza Aérea de Chile, con elevadísimos estándares de alistamiento operacional.
Como complemento de lo anterior, durante las últimas dos décadas, las Fuerzas Armadas han afrontado la ejecución de planes de modernización de capacidades, lo que ha permitido adquirir equipamiento y tecnologías, que han dejado a nuestro país a la vanguardia de Latinoamérica, contando con medios como los jets de combate F-16 (en sus dos versiones), submarinos Scorpene y U209 y tanques Leopard 2 A4 (como parte de las Brigadas Acorazadas del Ejército), por nombrar algunos de los medios. Lo anterior, se hizo realidad gracias a una fuerte inversión fiscal, que se vio concatenada con rigurosos procesos de educación, instrucción y entrenamiento de nuestras Fuerzas Armadas, lo cual se tradujo en contar con reconocimiento a nivel regional y extra regional.
Pues bien, como se ha indicado, el área de misión Defensa es el foco central de nuestras Fuerzas Armadas para el cumplimiento de su rol constitucional, lo cual exige generar inversión fiscal en diversos proyectos de defensa, además de mantener un alto estándar de preparación de la fuerza. Estos elementos que muchas veces no son comprendidos del todo por la ciudadanía, cobran una importancia vital para el país, ya que este alto grado de alistamiento operacional y disponibilidad de la fuerza, genera un alto grado de disuasión en aquellas amenazas que tuviesen alguna intención sobre los intereses nacionales, produciendo que éstas desistan de iniciar cualquier tipo de acción bélica, ya que, en caso de realizarlo, sus pérdidas serían muy superiores a las ganancias que pudiesen lograr.
Las capacidades de defensa, que en el caso nacional son de primera calidad, cuentan con la cualidad de poder ser empleadas no tan solo en el marco de un conflicto bélico, sino que por sus características han servido en muchísimas ocasiones para ir en apoyo de nuestro país, en casos como emergencias y/o catástrofes. De tal forma, se ha evidenciado a la fuerza militar empleada en situaciones como terremotos, aluviones, incendios forestales y pandemia, por nombrar solo algunas; instancias en que con el personal y los diversos recursos, se ha logrado gestionar situaciones de alta tensión para nuestra población nacional.
Contando con una contextualización del ámbito de la defensa, es necesario revisar las implicancias del desarrollo regional. Este último, medido a través del Índice de Desarrollo Regional (IDERE), abarca siete dimensiones, englobadas en “salud, educación, bienestar económico, actividad económica, conectividad, seguridad y sustentabilidad ambiental”, las cuales dependen en una gran medida de la disponibilidad económica con que cuente el país, requiriéndose grandes caudales fiscales que se inyecten en las distintas áreas ya señaladas, lo que tendrá repercusiones positivas o negativas en el IDERE, conforme marche la economía nacional. Cabe señalar que, para el normal funcionamiento de la actividad económica nacional es necesario contar con una serie de condiciones, de los cuales la Seguridad se constituye como el fundamental, siendo aquella que permitirá o no, ejecutar normalmente la totalidad de las actividades de la vida humana, en caso de que se cuente con ella.
Ahora bien, se ha contextualizado la defensa y se constataron los factores o dimensiones del desarrollo regional; pero surge el cuestionamiento lógico: ¿cómo se pueden entrelazar la defensa con el desarrollo regional? La respuesta podría parecer compleja, pero más bien es desconocida, porque la defensa como tal es una parte constitutiva de la seguridad nacional, siendo las Fuerzas Armadas las que han permitido mantener un periodo de paz prolongada, gracias a la disuasión que generan por sus capacidades, sin haberse generado crisis y/o conflictos bélicos durante más de cien años. Asimismo, se aprecia que permanentemente existen un sinnúmero de tareas que aquel personal preparado para la defensa de la patria ejecuta, y que inciden en la generación de seguridad de la población, apoyando a la ciudadanía en situaciones de estados de excepción constitucional, o bien, con actividades permanente como las tareas de seguridad marítimas, patrullajes fronterizos o conectando lejanos parajes del país, por citar solo algunas.
Entonces, a raíz de lo anterior, se puede evidenciar que la labor que realizan las Fuerzas Armadas, sobre todo en lo que respecta a la defensa nacional, permite la normal ejecución de la vida de la población y de la actividad económica, que incide en la totalidad de las dimensiones del IDERE. Por lo tanto, la mantención de fuerzas entrenadas y bien equipadas se establece permanentemente para que la población nacional se pueda desarrollar de manera normal, bajo una sensación de seguridad, en lo que respecta a exterior.
Finalmente, se puede apreciar que la Defensa Nacional ha “dado el ancho” durante más de cien años, ya que hemos tenido la fortuna como país, de contar con una paz estable y duradera, quedando como desafío permanente el de equiparar el grado de seguridad interior con el de seguridad exterior, la que ha sido asegurada por las Fuerzas Armadas de Chile.